13 de marzo de 2009

Avances tecnológicos.

Este texto lo escribí hace uno o dos años en ocasión de algo parecido a lo que relato. Ahora lo publico aquí porque desgraciadamente esta semana ha vuelto a ser actualidad.

Un fogonazo desde una ventana del tercer piso y el sonido reverberante de un disparo fueron el preámbulo.
Una pareja que se besaban sentados en un banco, las dos primeras víctimas.
A ella le atravesó el pulmón, ahogándola en su propia sangre. A él lo alcanzó un poco más abajo, quedándose la bala alojada en el plexo.
La muchacha únicamente pudo resollar mirándolo interrogativamente mientras el muchacho la observaba con igual cara de sorpresa mientras la veía morir en sus brazos con la sangre manando a borbotones por la boca.

El franco tirador, con su mente retorcida, no sólo se congratulaba de la limpieza del tiro, sino que pensaba en que aquello sí que había sido un verdadero amor trágico.

El segundo disparo alcanzó a una muchacha que, víctima de la confusión del momento, empezaba a correr junto a sus compañeras. Un agujero en la frente bastó para dar testimonio de su muerte, tan inmediata como la de sus predecesores.

A estas alturas el pánico ya cundía en el Campus. Los estudiantes gritaban, corrían, tropezaban entre ellos y se tiraban al suelo provocando un caos aún mayor. Los árboles y las arcadas del claustro se convirtieron en improvisados parapetos tras los que esperar a que acabara la lluvia de disparos. Dos preguntas acudían a la mente de todos en aquel momento: ¿Quién? y ¿por qué?

Un profesor de gimnasia, con pantalones cortos, instaba a los alumnos a que se pusieran a cubierto. Un disparo le atravesó la pierna, entrandole por la canilla y saliéndole por la tibia. Allí vio truncada, entre dolores y sangre, su vida profesional. Por fortuna un grupo de alumnos, arriesgando sus vidas, pudieron tirar de sus brazos poniéndolo a cubierto junto a ellos.

La quinta víctima del francotirador tuvo un momento de conciencia sobre lo que le esperaba. Un punto rojo en el pecho le indicó, sin tiempo a reaccionar, que estaba bajo el punto de mira. Un trabajo tan limpio como los anteriores.

El olor de los jardines floridos se mezclaba con el de la sangre y la pólvora. Las primeras sirenas aullaban ya cada vez más cercanas. En la plaza del campus aún podía verse al grupo de los menos afortunados, que temblaban tras los árboles o agachados bajo los bancos de piedras, víctimas de crisis nerviosas que los hacían blanco fácil. Dos más cayeron.
Llegaron los primeros auxilios y la policía. Empezaron a evacuar a los estudiantes y se parapetaron al igual que ellos en los porches, con la mirada fija en una ventana del tercer piso. Los disparos ya no eran tan continuados, ni iban destinados hacia los estudiantes. Parecía que el francotirador pretendiese afianzar su posición asustando a quien intentase cruzar la plaza.
Gritos en la tercera planta. Al parecer los cuerpos de seguridad habían conseguido llegar hasta allí sin que el francotirador cayese en que le podían alcanzar por la retaguardia. Un nuevo disparo del fusil. Una ráfaga de metralleta. El sonido de los cristales de una ventana haciendose añicos precedieron a la caida del cuerpo sin vida de un muchacho de no más de 19 años que al chocar contra el suelo dejó caer el rifle que sujetaba con un brazo.
-!Eh, eh, eh! ¡Vuelve a pasar eso en cámara lenta, tío, que podamos ver cómo se estampa ese hijo de puta contra el suelo! -
En la seguridad que le confería la habitación de su casa, un muchacho pelirrojo y con la cara plagada de pecas alardeaba, con pasmosa calma, ante sus amigos de haber estado allí aquella mañana, y no sólo de haber salido con vida, sino de haber podido grabar prácticamente todo con su móvil. Menudo el chollo que tenía si podía colocar aquellas imágenes en alguna cadena de televisión o colgarlas en internet.

2 de marzo de 2009

Pepe Rubianes


Pues sí, señores y señoras -Se lamenta el afilador- Ayer tuvo la osadía de "dejarnos tirado" un cómico de los de primera clase con palabra casi tan afilada como mis cuchillos. Un hombre sin pelos en la lengua que igual despotricaba contra las inmobiliarias que provocaba crisis políticas a nivel nacional con sus opiniones acerca del país.

Monologuista de pro, durante más de veinte años trabajó sólo y se acomodó en Barcelona, aquella ciudad que lo acogió cuando aún era un chaval recien llegado de Galicia y era especialmente conocido en la escena catalana, autonomía que se recorrió ciudad a ciudad, pueblo a pueblo, al igual que el afilador, para ganarse el sustento.

Era curioso. Durante muchos años mantuvo el mismo espectáculo en el mismo teatro y siempre llenaba, pero llenaba con la misma gente que ya lo había visto en anteriores ocasiones y que volvían a repetir. Hoy a la hora del almuerzo escuchaba: "Pues yo vi el "Rubianes solamente" tres veces" Yo intentaba echar cuentas y no era capaz de hacerlo, quizá tres, como mínimo, creo que cuatro o cinco. Y es que era lo mismo pero era diferente, porque aunque el esquéleto del espectáculo fuese invariable, dicho show se mantenía en todo momento actualizado, metiendo siempre el dedo en aquella llaga que se sabía que más podía sangrar.

Ayer dijeron de ti que viviste "Como le salió de la polla" y realmente fue así. Me lo demostraste personalmente. No sé si me recordarás, una actuación en un pequeño pueblo de la costa y una entrevista en la radio local. Cuando te preguntaron que qué era lo que más te gustaba de tu trabajo respondiste con una contundencia que no he olvidado nunca: "Me gusta que si voy por la calle y digo "Me cago en Dios" la Pepeta y la Marieta se escandalizaran, la madre que lleva al niño a la escuela le tapará los oidos al chaval y cambiará de acera. Sin embargo, si me subo al escenario y digo "Me cago en Dios" la Pepeta y la Marieta se parten el culo y lo mismo la madre del chaval, con lo que hago lo mismo que siempre pero encima me pagan.

Ay Pepe, quien te iba a decir a ti que, aún después de muerto y hasta vete a saber cuando interpretarías tu último papel, que es precisamente ese, el de Dios todo poderoso e invisible, únicamente una voz grabada para un musical.

Sé que muchos no entenderán lo que ahora voy a escribir, pero las tapas de las barras de los bares hoy se han quedado huerfanas. Me gustaría pensar que esta noche, al cerrar la puerta de los locales, los mejillones que ya cantan por soleares, las ensaladillas rusas que sólo de mirarlas producen alucinaciones y se ponen a bailar el kastaschov y los calamares a la romana, deprimidos siempre ellos porque de romanos poco, más bien catalanes, se han montado un sarao como los que solían montarse cada vez que se levantaba el telón y aparecías en escena para decir aquello de "Buenas noches señoras y señores, soy Pepe Rubianes actor galaico catalan".

Amigos que leen este blog