13 de febrero de 2009

El bebito W.

Una de las cosas buenas que tiene mi trabajo es que en ocasiones uno se encuentra con gente agradecida y en otras ocasiones uno tiene la suerte de encontrarse con gente realmente especial. Hoy he tenido la suerte de encontrarme estos dos términos conjuntados en una sola persona.

W. acudió a mi servicio hace ya igual un año, como siempre con su inseparable gorra de piel ladeada. Es un hombre que en la actualidad rozará la sesentena. De piel y cabellos muy oscuros uno podría pensar que quizá fuese descendiente de alguna de las tribus indígenas que en tiempos no tan remotos habitaron las tierras uruguayas.

Hará ya unos meses que quedaron los trámites de su nacionalidad pendientes de respuesta por parte de los estamentos oficiales.
Aparte, la muerte de su "viejita" como la llamaba él también retrasó las cosas dado que tuvo que volver a su país para hacer gestiones y vista la situación aquí, ya me comentó que se lo pensaría antes de volver.

Sin embargo allí estaba él esta mañana con una radiante sonrisa, en la puerta del despacho. -¿Sabés? Sólo venía a enseñaros esto-
Me ha dicho alcanzándome un papel que con presteza he desdoblado.
-Por fin soy gallego-Ha comentado refiriéndose a ser español
-y os tengo que dar las gracias a vos por vuestra ayuda.
Era cierto. El papel era la notificación oficial en la que le indicaban que le habían aceptado la nacionalidad española.

-¿Permitís?- ha preguntado mientras apartaba una de las sillas que hay justo al otro lado de mi mesa- Quería enseñaros algo que creo que te gustará ver.- Con un gesto le he indicado que claro, que podía sentarse, que para algo estaban allí las sillas.

Ha empezado a rebuscar en su cartera y ha sacado una foto en blanco y negro que me ha pasado.
En ella había un hombre alto, con el pelo rizado y gran sonrisa, flanqueado a un lado por un bebé al que sujetaba en brazos y al otro por una mujer menuda, de facciones marcadamente indígenas y larga cola de pelo.
-Esta foto- ha continuado diciéndome- la tenía mi viejita en casa y yo ni la recordaba, me la enseñó muchas veces de pequeño pero hasta que no recogí sus cosas no volví a recuperarla. Supongo que reconocerás al hombre.

Lo he mirado con atención y si bien podía ser que quizá alguna vez lo hubiese visto, podía reconocerlo del mismo modo en que puedo reconocer a alguien anónimo con quien me topo de vez en cuando por las calles de mi ciudad. -No me jodás Eduardo- Me ha inquirido W.- Me decepcionás- Anda, pegále la vuelta a la foto.- No me ha explicado el misterio que se esconde detrás de ella ni la situación en que fue tomada, pero sólo con lo que había allí escrito ha sido suficiente como para dejarme perplejo por una buena temporada. En la parte superior de la foto, en letras muy pulcras, podía leerse una frase. Debajo de esta frase un pequeño poema que ahora mismo no recuerdo. La frase de la parte superior decía: -Al bebito W. de Victor Jara.-


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