10 de enero de 2009

Rondando por los caminos

Buscando un lugar en el que de nuevo asentarse durante unos días, rondando por los caminos cubiertos de polvo, resultaba casi inevitable que el afilador se encontrase vagando con un viejo conocido. Se sentaron ambos a la sombra de una tapia, intercambiaron vino, queso, manzanas y también anécdotas. Entre ellos se respetan. Ambos saben que pertenecen a una raza especial, aquella de los que tienen que ir pregonando por las plazas y los caminos, ambos saben que al llegar a los pueblos los padres esconderán a las hijas para que no se les acerquen, pero parece importarles poco.

Se levantan pausadamente, sin prisa, se limpian el polvo de sus ropas y con una sonrisa, sin palabras, se despiden para volver cada uno a su camino.

Amigos que leen este blog