2 de septiembre de 2013

El pirata chupetón es el azote de los niños que todavía no han dejado el chupete. Por la noche, cuando los bebés duermen, llega chupeton en su harley de juguete a pedales y con gran maestría lanza su cadena de plástico, construida con las cadenas de todos los chupetes que ha robado, hasta lo alto de las cunas para trepar por ellas y llegar hasta donde el tierno niño descansa. Entonces, con un movimiento seco y rápido, le quita el chupete de la boca y se lo lleva.

Viste unos enormes pañales sujetados con imperdibles y unas diminutas chanclas de playa moradas. Tiene un ojo vago, por eso lo llevaba tapado, y en sus brazos luce unos tatuajes de quita y pon en forma de chupetes. En la cabeza, por sombrero, una desfasada chichonera que le protege de los golpes.

Cuando sus compañeros de guardería dormían la siesta eran las víctimas perfectas a las que robarles el chupete. A Quim y a Pau, los gemelos catalanes, les había robado los primeros chupetes, de color azul y granate. Disfrutó viéndolos llorar cuando se despertaron y se encontraron con que sus chupetes habían desaparecido.

A Rosa, la niña que detestaba el color rosa, le robó aquella misma tarde el tercero de los chupetes de su botín. Lo que el pirata chupetón no esperaba es que cuando Rosa despertó en vez de llorar casi pareció alegrarse de haber perdido aquel chupete que iba a juego con sus zapatos, sus calcetines, sus pantalones, su camiseta y aquel lazo que tanto aborrecía.

Pero pronto se acabaron los chupetes de la guardería y por eso chupetón tuvo que empezar, por las noches, a robar los chupetes de todos esos niños que, teniendo edad de dejarlo, todavía no quieren hacerlo.

No tenía ni idea de cómo hacerlo hasta que una noche un monstruo malcarado despertó a chupetón en su cama. Lejos de asustarse, el niño cogió al monstruo del cuello con un brazo y con la otra mano empezó a darle capones para que le contase cómo había llegado hasta su habitación. Al pobre monstruo, que lloraba aterrorizado ante aquel niño con un parche, no le quedó otro remedio que explicarle al pequeño chupetón cómo funcionaba la autopista de los armarios oscuros, la que permite que monstruos y otros seres se trasladen por la noche de un lugar a otro siempre que haya niños temerosos. Y para desplazarse por esa autopista ¿Qué mejor que la Harley-triciclo que le regalaron para reyes?

Hay veces, torpeza de niño pequeño, que chupetón no consigue llevarse su botín. Si no es lo suficientemente rápido el chupete se le suele caer en la cuna y en cuanto el bebé empieza a llorar chupetón tiene que descolgarse de la cuna y salir corriendo en su moto de juguete antes de que lleguen los papás de turno para calmar al niño. Esos son los niños que más le gustan a chupetón, los que se le resisten.

Y entre todos ellos destaca un niño, en Aranda de Duero, con un chupete mágico. Un chupete de estrellas que con la oscuridad de la noche se ilumina. Le encanta a chupetón, pero este niño quiere tanto a su chupete que, en cuanto nota que se separa un poco de sus labios enseguida se despierta llorando, pidiendo que se lo vuelvan a poner.

Chupetón lleva días intentando conseguir el chupete de Oroel. Cuando todo el mundo duerme entra por la autopista de los armarios hasta su habitación, aparca su moto en la puerta, para que no se cierre y empieza con su rutina para conseguir un chupete.

Pero cuando está junto a Oroel, por mucho que tira y tira, no consigue que él suelte el chupete que brilla en la oscuridad. Chupetón lo ha probado todo: Ponerle polvos pica-pica para que estornude, cambiarle el chupete por una piruleta, hasta hacerle cosquillas, pero nada ha hecho que suelte su chupete.

Esta noche, el pirata chupetón, enfadado, lo ha intentado a la fuerza, tirando con sus dos brazitos del chupete que brilla por la noche, pero contra más fuerza hacía él para sacar el chupete, con más fuerza chupaba Oroel, así que el pirata se ha puesto de pie junto a la cabeza de Oroel y en un nuevo esfuerzo, finalmente, ha conseguido arrancarle el chupete. Con tan mala suerte que se ha ido hacia atrás y se ha caído al suelo.

La chichonera ha parado el golpe del pirata chupetón, pero no ha podido evitar ponerse a llorar: Se ha rascado en un brazo. Oroel se ha despertado y se ha acercado gateando hasta el borde de la cuna, desde donde ha visto a chupetón llorando. Entonces él también se ha puesto a llorar y sus papas han ido a ver qué pasaba. La mamá de Oroel ha encontrado el chupete en el suelo y se lo ha llevado para lavarlo mientras su papá jugaba en brazos con él.

Oroel, desde lo alto, ha visto al pirata chupetón debajo de la cuna, escondido, llorando. Oroel le intentaba hacer gestos a su papa para que mirara al suelo, pero como todavía no habla mucho tampoco ha sabido hacerlo. Además, la pedorreta que le han hecho en la barriguita era tan divertida...

Cuando la mamá de Oroel ha vuelto con el chupete, se lo han puesto en la boca, lo han puesto en la cuna y han apagado las luces. ¿Cómo es que los papas de Oroel no han visto al pirata chupetón? Porque sólo los niños que aún llevan chupete pueden verlo.

El pirata chupetón ha continuado llorando y Oroel, que no puede dormir, se ha acercado con cuidado al borde de la cuna, allí donde Chupetón había enganchado su cadena. Con mucho miedo y con mucho Cuidado Oroel ha pasado primero una pierna y luego la otra por encima de la cuna para bajar, sin hacer ruido, hasta donde está chupetón, que sigue llorando sin parar.

Oroel se ha dado cuenta, que viéndolo de cerca, Chupetón es un niño más pequeño que él. ¿Qué puede hacer para que se calle? Parece que no le hace caso y si sigue así no va a poder dormir en toda la noche. Le intenta cantar en el idioma de los bebés, le da un besito en la rascadura y de pronto se le ocurre una idea: Oroel ya es mayor, así que se saca el chupete que brilla en la noche y se lo pone en la boca al pirata Chupetón.

Pero el pirata chupetón, desconfiado por naturaleza, se intenta aparta de Oroel lo más rápido que puede. Oroel, que no entiende nada, estira el bracito hacia el pirata Chupetón, que alcanza su moto, tirada en el suelo, y se sube raudo sobre ella para que el niño de la cuna no se arrepienta de haberle dado ese chupete que tanto había deseado. Arranca el pirata la moto y pronto comprende que no tiene espacio suficiente para coger la autopista de los armarios de noche a la velocidad necesaria, por lo que tiene que optar por hacer un gran círculo con su Harley de Juguete antes de meterse en el armario.

Oroel contempla sin saber muy bien que pasa cómo del tubo de escape de la Harley de juguete en vez de salir humo salen nubes rosas de caramelo. Cuando el pirata chupetón gira justo delante del niño se le abre una de las alforjas de la Harley, de donde salen cupachups, piruletas y chupetes de caramelo de mil colores y sabores.

Cuando se hace de día y los papas de Oroel van a ver cómo está, se encuentran al niño en la cuna, con un montón de chucherías a sus pies. El niño se despierta y cuando va a quitarse el chupete de la boca descubre sorprendido que lo único que queda es el soporte de un chupete de caramelo que se ha fundido en su boca durante la noche. ¡Ha dormido sin chupete, cuando se deshizo no lo necesitó para seguir soñando con las autopistas de los armarios ni con piratas tristes que no tienen mamás ni papás y que necesitan seguir robando chupetes porque sólo así podrán conseguir algo del cariño que los niños depositan en estos objetos! –Qué felicidad- Se dice el bebé a sí mismo en el lenguaje de los bebés, ese que sólo los niños que aún no hablan del todo compenden. –He dormido ya sin chupete. ¿Será que me estoy haciendo mayor?


Tarragona, 20 de agosto de 2013

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